OPINIÓN: Blanco y negro

 

 

 Por Emilio Castro

 

Horrorizados, asistimos otra vez a una explosión de odio en el Cercano Oriente, al triunfo de la muerte. Vuelan los misiles de Hamás y también los del estado israelí. Jehová lucha contra Alá, o mejor dicho, sus seguidores más ultras usan excusas divinas para aniquilar al otro. Pero las excusas no pueden ocultan los miles de cadáveres judíos y palestinos indefensos

 

Conozco muy bien la diferencia entre el blanco y el negro. Como colores son una abstracción por ser el todo y la nada. El blanco es la sumatoria de los colores, que básicamente sólo son tres, el azul, el verde y el rojo. El negro, por el contrario, es la ausencia total de color, de luz. La fotografía, mi querida fotografía en blanco y negro, no tiene sentido alguno si no tiene matices. La escala de grises es una gama de tonos intermedios que, por sutiles, definen los detalles. Hay mil grises, gris perla, gris marengo, gris plata, gris azabache, gris antracita, gris lobo, gris Londres, gris visión…  

 

Vivimos tiempos sin grises, sin matices. Tiempos excluyentes. Tiempos de bandos y trincheras. La lucha del yin contra el yang ha reducido el espacio intermedio a la nada ¿Eres de los míos o de los otros? Las fronteras son abismos insondables que separan a los mejores de los peores, los listos de los tontos, los cuerdos de los locos, los ricos de los pobres. Ay de aquél que no se posicione, que no tome partido por una facción, porque será considerado un traidor por uno de los bandos o por los dos.

 

Los imperios y reinos se construyeron hundiendo sus cimientos en sangre. Desde que se inventó la piedra, el ser humano aprendió a lanzársela a sus semejantes. La guerra o la amenaza de la misma, elevada a la categoría de arte, es junto con la religión y el dinero, el instrumento definitivo para imponer cualquier modo de vida por injusto y cruel que sea. La libertad es una rareza y lo único que permite el entendimiento entre diferentes es la democracia, pero no es automática, siempre está en peligro.

 

Hoy, horrorizados, asistimos otra vez a una explosión de odio en el Cercano Oriente, al triunfo de la muerte. Vuelan los misiles de Hamás y también los del estado israelí. Jehová lucha contra Alá, o mejor dicho, sus seguidores más ultras usan excusas divinas para aniquilar al otro. Pero las excusas no pueden ocultan los miles de cadáveres judíos y palestinos indefensos.

 

Desde las alturas se puede ver Cisjordania y cada vez más asentamientos de colonos judíos de gatillo fácil. La franja de Gaza es el campo de concentración más grande que jamás ha existido. Allí sobreviven, no comprendo cómo, más de dos millones trescientas mil personas. Personas normales como tú o como yo, que quieren lo mismo que tú y que yo, vivir en paz, prosperar en la vida. Allí la ley es la de los asesinos iluminados de Hamás, cuya meta es exterminar al pueblo hebreo.

 

También se ve la tierra prometida de los judíos, la etnia errante que estuvo perseguida por existir y al borde de la extinción en los campos de exterminio nazis. Hoy florece gracias al trabajo de un pueblo luchador, que de las piedras hace panes. Las bombas que portan en cinturones los iluminados guerrilleros de Hamás estallan por todas partes. Ellos, los israelíes, también son normales, como tú y yo. Pero allí domina democráticamente el sionismo, una forma fascista de supremacía judía, que se ha propuesto exterminar a los palestinos porque esa tierra dicen es suya por derecho divino.

 

No puede haber equidistancia aquí, la causa palestina es la lucha contra la opresión y la ocupación de un territorio. En las numerosas intifadas, los niños de Gaza y Cisjordania respondían con piedras a los tanques israelíes. Es un pequeño David palestino contra un Goliat apoyado por el gran imperio. Los palestinos han perdido su tierra, ya no es suya, el sionismo se la robó, levantó muros, los dejaron sin pan, sin sal, sin futuro.

 

Los asesinos de Hamás no pararán nunca, tampoco lo harán los asesinos sionistas. En Israel hace tiempo que los halcones devoraron a las palomas y cada vez que gobierna el Likud, una derecha cada vez más ultra, corre sangre inocente de judíos y palestinos. La democracia está en peligro en Israel. En Palestina no existe. Menos aún en Gaza. El fanatismo integrista se hizo con el control de gran parte de Palestina.

 

Mueren asesinados, cazados como conejos mientras huían, los jóvenes israelíes, que con una fiesta invocaban la paz. Caen demolidos colegios y hospitales en Gaza, familias enteras desaparecen ¿De qué bando son los niños? ¿De qué bando los pacíficos? ¿De qué bando son los hombres jóvenes y viejos, mujeres, niños y niñas asesinadas, sean de dónde sean? Sin despeinarse, algunos les llaman “daños colaterales”.

 

Qué fue de Yasir Arafat y Shimón Peres y sus acuerdos de paz. Ahora los papeles se mojan con las lágrimas de los inocentes. Cuántas personas tendrán que morir más, hasta llegar a un acuerdo de no exterminio mutuo. No hay buenos, no hay malos, lo que sí hay son víctimas inocentes.

 

Hay veces en las que me siento avergonzado de ser humano.

 

 

 

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