OPINIÓN: Me gustaba más la vida analógica

 

Por Emilio Castro

 

Pensé, estúpido de mí, que con la llegada del cibermundo y la era de la imagen, el lenguaje en dos dimensiones triunfaría como nunca lo había hecho. Los artesanos del rectángulo, por fin, estaríamos bien considerados profesional y laboralmente, vamos lo que viene a ser estar bien pagados y respetados.

 

No es fácil hacer fotos o planos, perdón, no es fácil hacer buenas fotos o buenos planos, como tampoco es fácil desempeñar cualquier trabajo que requiera años de preparación, dedicación, inteligencia y mucho esfuerzo. Sin embargo, ya bien entrado este maravilloso siglo, resulta que todo el mundo, por arte de magia se ha convertido en fotógrafo o en camarógrafo, a menudo en las dos cosas. Un buen ejemplo lo tenemos en el fotoperiodismo de viajes. Cualquier turista sin formación profesional se cree un periodista o un fotoperiodista de viajes solo con abrirse un blog.

 

Qué fácil es apretar un botón, qué bonitas puestas de Sol, qué bonitos gatos, bebés y paisajes con figura ególatra en el centro.

 

También pensé que al haber nuevos medios digitales (mucho más modernos que el obsoleto papel), el periodismo gráfico viviría su edad de oro.

 

La realidad es un poco diferente, las empresas han decidido “automatizar” el proceso cargándose las secciones de fotografía y a los editores. Las fotos las eligen los redactores, supongo que también saben hacerlo de forma innata.

 

Tampoco les dejan mucha opción, por aquello de las lentejas. Eso sí, no he visto muchas huelgas solidarias o denuncias públicas de la situación, salvo honrosas excepciones, por parte de nuestros compañeros “plumillas”.

 

Dado que ya no hay editores y casi no quedan fotoperiodistas, uno podría pensar que las agencias de noticias estarían rebosantes de fotógrafos, teniendo en cuenta que sus imágenes son mucho más baratas. Nada más lejos, también la precariedad cuantitativa y cualitativa hace estragos.

 

¿Qué pensaríamos si los titulares, los artículos de opinión o las crónicas fuesen las mismas en todos medios? Sería un timo escandaloso ¿verdad? Pues esto es lo que pasa en la actualidad. Hemos llegado al pensamiento único, la misma foto aparece en la portada de todos los diarios.

 

Los protagonistas de la noticia, convertidos en jueces y parte, mandan sus propias imágenes. En muchas ocasiones, vemos fotos hechas por agentes de policía, bomberos y colectivos de todo tipo. A veces a los profesionales, pretenden pagarnos con poner nuestro nombre debajo (me parto de risa), otras nos roban directamente.

 

Medios de comunicación, partidos políticos, empresas y desalmados en general, han llegado a la conclusión de que es mucho más barato no pagar nada por nuestro trabajo, con tener un ordenador y mucha jeta basta.

 

El periodismo está degenerando en muchos aspectos, las trincheras son cada vez más profundas, la falta de rigor y veracidad, la ausencia de imparcialidad y la no rectificación, son el pan rancio de cada día. Los periodistas gráficos, los no despedidos, ni prejubilados, que aún sobreviven, lo hacen en condiciones de autónoma explotación, en muchos casos. Un ignorante me dijo una vez, que “en realidad, a los fotógrafos no nos gusta estar en plantilla, preferimos la libertad”.

 

Es cierto, somos masoquistas, nos encanta la explotación y tener que mantener un equipo carísimo, que se avería cuando quiere, durante toda nuestra vida. Si echamos un vistazo a las hemerotecas, no solo descubriremos que antes se escribía mejor y con más ética. Nos daremos cuenta de la calidad y variedad de la información gráfica que se difundía hasta hace unos pocos años.

 

¡Esto es lo que hay, amigos!

 

La idea y el deseo de que se conserven los negativos de nuestra historia fotografiada, en algún sitio público, como se conservan libros, documentos, cuadros, películas o cerámica, es una cachondez por mi parte, lo sé.

 

Habrá que esperar muchos años, hasta que algún Indiana Jones, se interese y pueda recopilar los originales que queden, a saber en qué estado. Supongo que el resto acabará en la basura. Cuando nuestras hijas e hijos se hayan quedado calvos, nadie podrá ver cómo fuimos, tendrán que imaginárselo. Igual que nos imaginamos ahora el siglo XV.

 

P.D.

La ilustración alegórica que acompaña el texto, es un diseño del autor para una camiseta que se puede adquirir en: https://www.inframundo.info/

 

 

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