OPINIÓN: Sin banderas ni fronteras

"Duelo a garrotazos" o "La riña", de Francisco de Goya.
"Duelo a garrotazos" o "La riña", de Francisco de Goya.

Por Mariano Belenguer

 

No hay nada más saludable frente a los patrioterismos, sean de color que sean, que viajar. Los viajes realizados con mente abierta y ojos observadores permiten corregir las miopías, los astigmatismos y las presbicias de los que enarbolan banderas.  Para mí la única bandera válida es la blanca por lo que simboliza. Me sobran todas las demás, las banderas y los estandartes a lo largo de la historia han encabezado confrontaciones, guerras, conflictos y muerte.

 

Por eso cuando en el territorio en el que nací y vivo, veo enarbolar banderas que representan al Estado Español en balcones y manifestaciones varias, no siento ninguna pasión. Si además, esa bandera va acompañada de expresiones vociferantes y agresivas, mi ausencia de pasión se convierte en pena, en lástima por las personas que las llevan y que percibo son fácilmente manipulables.

 

El conflicto con Cataluña, ha enaltecido los ánimos y de nuevo han salido a la luz las Españas enfrentadas. Esas que Goya representó tan bien en su metáfora pictórica del  Duelo a Garrotazos

 

Y cuando la bandera de España, -que es la misma que utilizó la dictadura suprimiendo la legítima de la II República- la vi en los cascos y las mangas de los uniformes de los policías que golpeaban descontroladamente con porras, codos, patadas y tirones de pelo a unos catalanes que querían colocar una papeleta en una urna, me recordaron más a la bandera de dictador Franco que a la de la democracia.

 

Las banderas todas tienen su historia. La actual española nació como estandarte naval en tiempos de Carlos III, curiosamente procedente del reinado de Aragón del que formaba parte Cataluña. ¿Curioso no?, en realidad la señera, la bandera española y la estelada provienen de un origen común, con algunos pequeños cambios.

 

A la bandera de Carlos III el levantamiento militar golpista de Franco y los cuarenta años de dictadura  la tiñó de miseria y sangre.  Los siguientes  años de democracia, al parecer, no han servido todavía para lavarla, a pesar de los infructuosos intentos de políticos de diferente signo. Tal vez habría sido un acierto haber creado una nueva, una bandera de la democracia sin connotaciones del pasado.

 

Lo cierto es que se intente o no, sigue siendo un símbolo con el que no se sienten identificados todos los españoles. Menos todavía cuando es utilizada por la ultraderecha como emblema de su ideología y de sus manifestaciones.

 

Entre los que no la sienten como suya hay un alto porcentaje de catalanes, además de otros muchos del resto del Estado que vuelven la mirada con nostalgia a otras banderas.

 

Y de nuevo vuelvo a sentir, pena, esta vez por Cataluña, una tierra en la que viví, estudié e hice amigos y amigas, que hoy son, algunos independentistas y otros no. Pero ni a unos ni a otros se les dejó votar en paz el 1 de octubre.  Tuvieron que votar bajo las porras amenazantes de unos policías que supuestamente están formados para controlar su violencia.

 

Dos interpretaciones puedo deducir, en mi opinión, de su actuación: o los policías que fueron violentos actuaban con ensañamiento por un odio inculcado no se sabe dónde - “a por ellos”- o fueron instruidos para actuar así, con mano dura para mostrar al país que la unidad de España está atada y bien atada con el gobierno del PP. Y  por mucho que el ministro de interior  intente vender la posverdad de una actuación controlada, las imágenes y las declaraciones de  organismos internacionales como Amnistía Internacional evidencian lo contrario.   Que los lectores saquen sus propias conclusiones.

 

En cualquier caso, a unos y otros da pena verlos porque todos ellos son víctimas de una manipulación extraordinaria. Y la manipulación, como siempre la han realizado unos gobiernos incompetentes, interesados y corruptos,  en un lado y otro. Con el conflicto catalán ambas partes salen favorecidas, los pueblos no, pero ellos sí.

 

El pasado día 10, el diario El País publicaba en su interior una información interesante ajena al conflicto catalán. Su título decía lo siguiente:  La fiscalía confirma que el PP se financió con dinero negro de Gurtel. Salió en el interior sin ninguna mención en portada. Ni Gurtel, ni Pujol, ni Púnica, ni Barcenas… ya sólo hay un problema: la unidad de España.  Y ¿qué ocurre con los corruptos, con los sueldos míseros, con la explotación del trabajador, con los desahucios, con los jóvenes sin empleo, con los inmigrantes… y otros tantos problemas serios de este país de banderas y estandartes?.

 

Me consta que en Cataluña hay y siempre ha existido un sentimiento fuerte de nacionalismo, como unas brasas latentes que arden cuando se soplan. Muchos catalanes se emocionan, se entusiasman y hasta se les caen las lágrimas (lo hemos visto estos días en los medios) cuando piensan en un estado independiente y soberano. Tiene derecho a sentirlo igual que un andaluz tiene derecho a emocionarse con una saeta de Semana Santa, aunque sea ateo. Y también pienso que tienen derecho a votar, en paz, valorando los pros y los contras, midiendo bien su decisión, con sentimientos y reflexión.

 

No me valen los argumentos de la legalidad para frenar el proceso,  las leyes se cambian rápidamente cuando conviene. ¿Recuerdan el cambio del artículo 135 de la Constitución en el año 2011?.  Sí, se resolvió en unos días por instrucciones de la Comunidad Europea al servicio de la plutocracia. ¡Qué flaca es la memoria cuando conviene!

 

Para rizar el rizo los políticos manipuladores cuentan con sus medios de comunicación y especialmente con supuestos periodistas que actúan de “voceros”, buscapleitos,  que de forma tendenciosa falsean y deforman la realidad con comentarios en beneficio de sus benefactores. Por supuesto, no voy a decir nombres, pero si diré de ellos que son una vergüenza y un ejemplo en las facultades de comunicación de lo que no debe hacerse nunca en esta profesión.

 

A pesar de todo, el buen periodismo sobrevive, aunque cada vez más oculto y oprimido por las condiciones laborales de los profesionales y el poder político y económico de los medios.

 

Ante semejante situación, yo me siento apátrida, sin banderas ni estandartes que me representen.  Algún lector en desacuerdo con mis palabras seguro que dirá: pues si no te gusta lo que ves ¡márchate!. Buen consejo,  eso es precisamente lo que intento hacer, siempre que puedo: irme de viaje para seguir aprendiendo. Aunque no me queda más remedio que volver. Y quién sabe, tal vez esto mejore y un año de estos  celebremos la Hispanidad con un desfile de  maestros, profesores, médicos, científicos, investigadores, escritores, enfermeras,  arquitectos, amas de casa… y no de personas armadas con metralletas, en carros de combate y aviones de guerra. Siempre es mejor alardear de la inteligencia que de la fuerza.  Si llega ese día tal vez me sienta un patriota del país de Nunca Jamás.

Banderas blancas, por favor.

 

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Comentarios: 3
  • #1

    Antonio Santos (jueves, 19 octubre 2017 14:08)

    ¡Qué razón tiene!, lamentablemente el sentido común es el menos común de los sentidos ente los actuales gobernantes de este país.

  • #2

    Lorenzo J. Rodríguez (jueves, 19 octubre 2017 20:34)

    Sí, estamos efectivamente en manos de incompetentes y de políticos corruptos del PP.

  • #3

    Laura A. (sábado, 21 octubre 2017 12:26)

    Muy bueno tu artículo, acertado análisis. A mí la bandera que me gusta es la republicana.

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