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Greenpeace
Greenpeace pone el foco en las miles de personas afectadas por Fukushima y exige soluciones para evitar otro accidente nuclear.
Hechos como el de Fukushima demuestran que la energía nuclear es incontrolable por lo que Greenpeace cree que es una irresponsabilidad seguir defendiéndola.
Greenpeace quiere mostrar hoy su recuerdo y solidaridad con las personas afectadas por el terremoto y posterior accidente nuclear de Fukushima, cuando se celebra su 5º aniversario, y pide al Gobierno japonés que afronte soluciones reales para paliar la tragedia humana que se vive en Japón tras el accidente.
La organización ecologista lamenta que mientras la industria nuclear y algunos gobiernos defienden obstinadamente que la energía nuclear es segura, Greenpeace denuncia que es una
irresponsabilidad subestimar los accidentes nucleares y sus consecuencias, y recuerda que estas se traducen en tragedias humanas para miles de personas.
Unas 160.000 personas huyeron de los territorios contaminados y unas 100.000 aún continúan desplazadas. El Gobierno japonés intenta aparentar una vuelta a la normalidad, y así espera que 55.000 personas evacuadas vuelvan a sus casas en zonas contaminadas antes de marzo de 2017, para lo que finalizará con el apoyo financiero a las víctimas un año después, a pesar de que estas ayudas han sido totalmente insuficientes. Greenpeace considera esta medida desproporcionada si se tiene en cuenta que los límites máximos de exposición a la radiación para forzar a estas personas a volver es 20 superior a la recomendada para situaciones no accidentales y también 20 veces superior al límite establecido en Chernóbil para vivir en zonas contaminadas.
Los efectos más visibles de la exposición a la radiactividad se traducen con el tiempo en un aumento de las tasas de mortalidad o en un incremento de los casos de cáncer de tiroides. Sin embargo, las personas que sufren un accidente nuclear como Fukushima también conviven cada día con trastornos psicológicos como la ansiedad, la depresión o el estrés postraumático, en respuesta al miedo diario a contraer cáncer o pensar en que la vuelta a casa no es posible. Un 28% de las madres que tuvieron bebés en la región más cercana a la central de Fukushima sufren depresión, un porcentaje tres veces superior a la media. Además, las compensaciones han sido.
Greenpeace ha comprobado en terreno que los niveles de radioactividad existentes son superiores a los publicados por el Gobierno y la gestión de las tierras radiactivas basada en almacenar estas en sacos no es segura. El Gobierno japonés pretende tranquilizar a las personas que vuelven a sus casas proporcionando a las familias dosímetros para medir las dosis de radiación externa.
Greenpeace considera que el Gobierno japonés debe terminar con su intento de mostrar al mundo que la situación es completamente normal, y asumir su responsabilidad con las víctimas que merecen compensaciones justas y reconocimiento social. Además, el resto de gobiernos del mundo debería evitar que un accidente nuclear pueda volver a ocurrir.
"Es inaceptable seguir escuchando de los gobiernos y la industria que la energía nuclear es segura. Los desastres nucleares son tragedias humanas, con miles de personas desplazadas, y familias rotas. Greenpeace ha podido ver la dimensión de la tragedia humana en Japón y ningún gobierno en el mundo debería exponer a su población al riesgo de tener que vivir una tragedia como la Fukushima, sobre todo cuando existen alternativas", ha declarado Marta González, portavoz de la campaña de Energía Nuclear de Greenpeace.
En España contamos con siete reactores nucleares en funcionamiento y se debate si se lleva a Garoña hasta los 60 años de vida útil, la central maś vieja de la Unión Europea cuyo rector es gemelo al de fukushima. "Un Gobierno que apoye la continuidad de las nucleares será un Gobierno que mire más los intereses de las eléctricas que los de la propia ciudadanía, cuando existen alternativas viables para la transición a un modelo basado en renovables", ha concluido González.
En los próximos meses, Greenpeace publicará los resultados de una investigación en la costa de Fukushima para medir los impactos de la radiación en el océano.
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