Por Javi Domínguez
El 18 de septiembre no es el día de la independencia chilena. Esto quedó registrado para el 12 de febrero de 1818. Sin embargo, esta esperada fecha marcó las bases del proceso independentista de Chile. Fue ese mismo día de 1810 cuando se reunió por primera vez una junta nacional de gobierno. Desde entonces, El Dieciocho se ha convertido en un estado permanente de diversión, patriotismo y comunión social.
Si el viajero pregunta a algún chileno cuál es su mes favorito, sin duda le responderá septiembre. Santiago “pasa agosto”, un mes atípico de constantes cambios climáticos y muchos resfriados. Los abuelitos rejuvenecen cuando ven que el calendario anuncia el primero del noveno mes y el país se engalana para vivir su fiesta grande.
Septiembre en Santiago acaba con el frío invierno y nos regala días soleados.
Las calles se llenan de volantines de un lado a otro de los edificios. Los taxistas cuelgan banderas en la parte trasera de sus vehículos. No hay chileno que no ensalce, aún más, su patriotismo en estos días y se sienta incluso mejor anímicamente. Se les ve caminar por la Alameda con el rostro alzado, como diciéndote, a ti, extranjero: es septiembre.
Los muchachos alzan el pañuelo blanco por encima de sus sombreros mientras “cortejan” a la dama con la cueca, danza nacional chilena. Esta conjunción de música y baile suena por todos los rincones de la ciudad y las clases para aprender los pasos surgen espontáneas en plazas y parques.
Por barrios, edificios o empresas se organizan las fondas, lo que en Valencia se conocería como las fallas o en Sevilla las casetas, para disfrute de todo el personal perteneciente. Hay otros que prefieren acudir a los lugares más emblemáticos de la ciudad donde se elevan carpas que acogerán otras fondas con sus asados y actuaciones. Música, baile y mucho pisco. Empanadas de pino y de queso y en la parrilla no faltará el lomo vetado y el choripán. Un carrete (fiesta) propio de dieciocho.
Hay muchos, los más jóvenes, que encuentran aburrido (fome) pasar las fiestas en la capital por lo que eligen otro destino, normalmente un pueblo costero para celebrarlas. Pichilemu o Algarrobo son lugares donde se sobreexcede la capacidad de personas y son miles los que se concentran allí para carretear. Hay otros, en cambio, que dejan seducirse por el folclor y las raíces de las fiestas y buscan algún pueblo cercano a la cordillera de los Andes para vivir una experiencia más auténtica.
El dieciocho no es únicamente un día. La fiesta se alarga durante los días que le preceden y el 19 es feriado por lo que los festejos continúan. Son fiestas para que no falte de nada, para vivir con la familia, muchas piden créditos a los bancos para poder vivir estas fiestas patrias como se merecen, la comunidad y los amigos. Fiestas donde el viajero se sentirá arropado por el acogedor carácter de las gentes chilenas y donde si busca bien conocerá un evento sociocultural que siempre recordará.
“No se imagina qué es esto. Es como un fin de año multiplicado por cinco. Tiene que vivirlo… y lo que sobre para el fin de semana que viene.”
Escribir comentario