OPINIÓN: Los cazamillas "low cost"

Por Inés Climent Sánchez

 

Madrid, París, Lisboa, Nueva York, Berlín, Moscú, Londres, Egipto, Dubay, Vietnam, Hong Kong, México... todo rebajado. El surgimiento de las aerolíneas de bajo coste o "low cost" ha favorecido la democratización del avión, pero también su masificación. 

 

 

Casi todos todos los bolsillos de nuestra sociedad opulenta occidental pueden costearse un asiento en Easy Yet, Vueling o Ryanair. Con tan sólo unas horas de antelación cualquier viajero puede reservar un vuelo y amanecer en la otra punta del globo. No tiene más que situarse frente al ordenador, con ratón y tarjeta de crédito en mano. Como un buen cazador del siglo XXI, rastreará todas las páginas web y acechará el último asiento o la apertura de un nuevo vuelo hasta lograr la presa elegida con un certero disparo digital sobre el teclado.  

 

Las ventajas son indudables, sin embargo junto al aumento de las posibilidades de la población para satisfacer sus impulsos viajeros, también ha proliferado una nueva especie de turista que recorre la geografía con el único afán de devorar kilómetros a bajo precio.  Cámara en mano, para dejar constancia de que recorrió los monumentos más emblemáticos de los lugares visitados, el turista "low cost" irá acumulando  imágenes y millas. Los turistas low suelen presumir de haber dado la vuelta al mundo varias veces y, sin embargo, ni perciben lo que ven ni se preocupan por "descubrir" en el sentido íntegro de la palabra. Su casa puede estar anegada de álbumes fotográficos, souvenirs y postales, pero apenas son capaces de apreciar el pequeño mundo que les rodea y la riqueza que se esconde en su entorno. Son personas que conciben el viaje como un producto de  consumo más y se sienten ricos coleccionando  los sellos de sus pasaportes.

 

Todos somos o podemos ser  viajeros de bajo coste, pero no debemos perder el rumbo. Lo importante no es acumular y coleccionar  "destinos" turísticos sino "vivir" y "experimentar"  los lugares visitados. Por muchos álbunes que apilemos en las estanterías, sólo si nos paramos a "des-cubrir" nuestro viaje  tendrá sentido, más allá del simple consumo. La condición de viajero no se adquiere por el número de lugares visitados sino por la actitud con la que se visitan.

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